Publicaciones - La Mirada y el Viaje

Viajar puede asimilarse a recorrer el ciclo anual, o a pretender evadirse de él, según determinantes secundarias del viaje. Pero el verdadero viaje no es nunca una huida ni un sometimiento, es evolución. Por ello dice Guénon que las pruebas iniciáticas toman con frecuencia la forma de "viajes simbólicos", representando una búsqueda que va de las tinieblas del mundo profano (o del inconsciente madre) a la luz.

Juan Eduardo Cirlot,
Diccionario de Símbolos

Prólogo de Felipe L. Aranguren

Índice de la obra

Presentaciones

Ficha técnica

Reseñas y comentarios

Texto del libro completo y revisado en PDF

LA NARRACIÓN DEL VIAJE

A F .García Lorca

Amazona cobriza,
Pena en vilo,
Fraguadores del hierro,
Cantores como pozos,
Pámpanos de talles secos
De mujeres, tiznados
Y encendidos por dentro,
Heridas como huidas
Del imposible nudo
Pasión y tradición
En lucha de navajas
Enrojeciendo lunas,
Blanqueando los ojos
Del rey del Harlem,
Cocodrilos urbanos
Mordiendo en cada esquina
Tu corazón de campo,
Y gacelas de muerte
Bellas, premonitorias

Aún tu amor volcanea
Para que crezcan
Flores y musgo fresco
En las sienes y boca
De tus muertos

Fuiste su narrador,
Y a veces esa hierba
Este poema
También se nos parece,
Quizás se volvió amarga
En ese oscuro instante,
Pero sigue tan verde
Como tú la soñaste

Primer poema del libro
“La mirada y el viaje”

NO CALLARÉ SUS NOMBRES

No callaré las nieves ni los mares,
Ni los aludes ni las tempestades,
Ni edificios de nácar, ni ruinas enterradas,
Ni ciudades ahogadas en el yeso,
Ni el limo de olvidados valles,
Ni adormecido asfalto de alquitrán.

No oprimiré palabras, que como el pan
De cada día muestran sus ojos claros,
Péndulos de las horas, ánforas de la luz,
Que extraerán la sal a aquellos nombres
Yacientes, mientras se gestan otros
En húmedo arenal,
Y serán como aves atravesando el tiempo,
Penetrando la noche y el silencio
De tejados de rojos y azabaches,
De piedras como vientres,
De un mundo de columnas y símbolos
Del ciclo de los dioses durmientes,
Que al despertar de sus hermosos sueños

Nos arrojan a las cenizas de un antiguo hogar,
A los veloces trenes que se pierden
Y a los que anuncian paradas y destinos,
A los deslumbradores edificios
Que apagan la sed de los ahogados,
A templos profanados por sus predicadores,
A escaparates hipnotizadores,
A amantes que caminando se recobran,
A la memoria que soy y que se engarza,
Y es capaz de pensarme y pronunciarse,

Pero aunque labradores del asfalto,
Abran con sus arados las palabras
Desandadas, compuestas, quizás transfiguradas
En cuerpos que han sido producto
De las llamas, y vagan como espectros
Esperando que alguien en el espejo
Les dé nuevos perfiles

No callaré sus nombres
Ni dejaré de explorar
Sus nacimientos
A través de viajes
Limitados e imperfectos
Que han de volver al recomienzo,
Con miradas de vidrieras góticas,
Y ojos transparentados en cristales
De buhardillas antiguas, y en historias

Último poema del libro
“La mirada y el viaje”